Tan frágil.

Ayer, estaba en la cocina, tranquilo, jugando con los gatines que apenas tienen un mes, y de repente, una mosca irrumpió mi tranquilidad, la aparte con la mano y pensé que aquel acto sería sufuciente para que me dejase en paz. Pero inocente de mi fue aquel pensamiento, ya que la mosca siguió estorvándome, harto de aguantarla me levante, y con odio hacia un simple insecto coji el matamoscas, dispuesto con el en la mano y viéndola posada en el cristal de la puerta que da al jardín bajé el brazo con la intención de acabar con mi molestia, ella pequeña pero con reflejos me esquivó, a lo que yo me sentí un tanto inutil por no poder exterminar algo tan insignificante, así que, entre risas y odio empecé a jugar con aquel diminuto invertebrado. Así transcurrieron varios minutos, hasta que la pobre mosca ya cansada se poso en el mismo cristal donde empezó todo, en ese momento me paré a pensar dándome cuenta de que cuando todo empezó, comenzaron dos cosas muy diferentes, mi diversión y su lucha por vivir. Que rastrero me sentí, al jugar con su vida sin valorarla apenas un ápice, pero nunca es tarde para redimirse, así que, habrí la puerta por la que la mosca se marcho volando.